Category

Ensayos

Ensayos

Aborto: la discusión maldita.

 

Aborto: la discusión maldita

Facultad Libre, edición digital, 2020.


El aborto, ¿ es fruto de la libertad? ¿En qué condiciones podría llamarse «libre» a una mujer que lo decide? ¿Existe acaso alguna situación en la que abortar voluntariamente consista en actuar libremente?

Abortar es un verbo: hay alguien que actúa, una mujer que lo hace movida por la violenta irrupción de un embarazo que no buscó pero que, sobre todo, no quiere continuar y que la compele a tomar una decisión también violenta. La voluntad, su voluntad, no es libre.

Esta mujer está entre la espada y la pared: ni quiere tener un hijo ni quiere abortar. Le está vedado batirse en retirada, quisiera no haberse embarazado, quisiera perderlo espontáneamente. Como en muchas otras cosas de la vida, decide hacer algo que no quiere. Signifique para ella una experiencia traumática o solamente desagradable, su situación tiene un sesgo trágico. Como en las tragedias antiguas, todos llevan parte de razón y todos pierden algo.

Lo trágico no es lo justo contra lo injusto, dijo Amos Oz. Lo trágico es lo justo contra lo justo.

 

 

Continue reading
Ensayos, Novedades

Más acá del bien y del mal. Por un feminismo imposible

Más acá del bien y del mal. Por un feminismo imposible

Buenos Aires, Red Editorial, 2019.


 

Las herramientas del amo nunca
desmontarán la casa del amo.
Audre Lorde

Un sobreviviente sirve para otra guerra;
una víctima no sirve para nada.
Anónimo


El comienzo fue un vendaval. Por motivos que tengo menos claros de lo que creía, me acerqué al feminismo. Fue a comienzos de los 80. Desalentada por la manera de vivir y juzgar la vida entre los militantes de las organizaciones de izquierda que resistían a la dictadura militar, junto a Horacio Tarcus comenzamos a explorar otras experiencias. Descubrimos en la militancia francesa nacida en Mayo del 68 y en la izquierda catalana de la revista El Viejo Topo todo un mundo de diálogos entre marxismo crítico y feminismo. Creímos que otra izquierda era posible y nos sumergimos en ese universo de lecturas. Puedo reconocer disposiciones más personales, experiencias adolescentes que me empujaron a la vida a través de la muerte, o tal vez que mi madre quiso que no fuera como ella. Decidí acercarme al feminismo y entré al primer grupo que conocí. Alternativa Feminista era un grupo relativamente nuevo, que por lo que pude entender en ese momento provenía de otro cuyas serias diferencias políticas llevaron a que se dividiera. Eran los últimos meses de 1984 y propuse editar una revista para el inminente 8 de marzo. Desde hacía años participaba en la ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo y al entrar en contacto con el feminismo, estas mujeres, que eran la vanguardia de la lucha contra el terrorismo de estado, se convirtieron de algún modo para mí en un interrogante. Pensé entonces escribir un artículo sobre ellas. Algunas en el grupo intentaron disuadirme: las Madres son “piolas” políticamente pero, desde el punto de vista feminista, son “reaccionarias” ya que defienden la maternidad y el rol de madres, decían. 

Yo no estaba interesada en atacar ni defender ni a las Madres ni al feminismo ni a la maternidad, y principalmente porque las Madres me resultaban un acontecimiento —extraordinario en principio para ellas mismas— busqué el poco material que había disponible. En esos días en que estaba al acecho, un editorial del diario La Nación me iluminó. El escriba decía: “las Madres de Plaza de Mayo ejercen un terrorismo sentimental”. De repente, vi. Vi cómo en esa frase se encarnaba la consigna feminista “lo personal es político”, aunque fuera con una valoración negativa. No se trataba de elegir entre esto y aquello: por primera vez sentí que estaba pensando. A pesar del título que le puse —“Las Madres de Plaza de Mayo o cómo quitarle la careta a la hipocresía burguesa”— que hoy miro con benevolencia y hasta simpatía, fue el primer artículo feminista sobre las Madres que salió en el país, y no solo aquí. Hoy veo que si el título hablaba de hipocresía, el texto contaba una paradoja: sin ser las Madres de Plaza de Mayo feministas, en la práctica ponían en acción un poder femenino de transformación de la política. 

 

No sé si es preciso aclarar que las Madres, un puñado de mujeres, se enfrentaron a la dictadura militar sin lo que entonces se llamaba formación política. Los militantes de izquierda decían que ellas “tuvieron bolas”, les resultaba incompatible que pudieran enfrentar a los milicos de turno sin ese atributo. El poder de otro poder les resultaba no sólo inconcebible, sino una ofensa a su virilidad. Era tan radical la experiencia de las Madres, tan paradójica, tan disruptiva respecto de las prácticas políticas tradicionales, que ni la militancia de izquierda ni la feminista alcanzaban a incorporarla. Era ineludible a la vez que indigerible. 

Prefacio completo de Más acá del bien y del mal: publicado por Revista Anfibia (click acá)

Libro disponible en la tienda de Red Editorial: click acá.


 

Algunas notas y entrevistas alrededor del libro:

El aborto entre el derecho y la política
Entrevista en el programa Después de la deriva, Radio FM La Tribu, Buenos Aires.

Laura Klein: los desafíos de los feminismos hoy

Canal Abierto.

Continue reading
Ensayos, Intervenciones, Poesía

Intervención en Polonia, julio 2001.

Intervención en Polonia, ante el pedido de perdón del presidente polaco
en 2001, por la masacre de Jedbawne (1941).

En julio de 1941 mil seiscientos judíos –la mitad de la población de la aldea polaca de Jedwabne— fue masacrada por sus vecinos polacos. La decisión fue nazi pero más de una centena de polacos del pueblo se propusieron para cumplirla ellos mismos con sus propias manos; y la ejecutaron hasta el fin, mutilando y golpeando salvajemente a cientos de judíos y quemándolos vivos finalmente en un granero que rociaron con kerosén, y le prendieron fuego. La carnicería se prolongó con los cadáveres, cortados en pedazos.

En 1962 se levantó un monumento que los recordaba con esta inscripción: «Sitio de martirologio del pueblo judío. La Gestapo hitleriana y la gendarmería quemaron 1.600 personas vivas el 10 de julio de 1941».

En enero del 2001, la investigación de Ian Gross reveló cómo y quiénes perpetraron la masacre de 1941. La publicación polaca y norteamericana de su libro Sasiedzi-Neighbors (Vecinos) corrió por el mundo entero como un reguero de pólvora e hirió de muerte al mito de una Polonia exclusivamente sojuzgada y por ello inocente. Se puso de manifiesto el íntimo ensamble entre el antisemitismo de los pogroms y el racismo de la Shoah, entre las matanzas de algunos judíos llevadas a cabo con el furor de un pueblo convertido en horda y el exterminio masivo y planificado puesto en marcha a través de alta ingeniería por el terrorismo de estado.

La inscripción «Eran inflamables» y una esvástica nazi, parte del atentado al monumento dedicado a la masacre de judíos de 1941 en Jedwabne, Polonia. // An inscription reading «They were Flammable» and a Nazi swastika are seen in Jedwabne, Poland, Thursday, Sept. 1, 2011, on the monument dedicated to Jews from the town of Jedwabne burned to death by their Polish neighbors in 1941. (AP Photo/Michal Kosc)

Ante esta puesta a la luz de hechos sabidos y no sabidos, las autoridades polacas se vieron obligadas a programar un acto de contrición y pedido de perdón, al que concurrirían también los descendientes de las víctimas. El nudo del acto consistiría en reemplazar la leyenda que culpaba a los nazis por esta otra: «En memoria de los judíos de Jedwabne y alrededores que fueron brutalmente asesinados y quemados vivos en este sitio el 10 de julio de 1941. En un solo día, una comunidad judía tres veces centenaria fue completamente destruída. Que esto sea una advertencia para que nunca más el pecado de antisemitismo lleve a los habitantes de esta tierra a ir contra sus vecinos».

Era de esperar la resistencia del pueblo polaco a reconocer su participación activa en el genocidio nazi: se levantaron distintas voces (desde la Iglesia Católica hasta Walessa) para exigir que se pusiera a prueba la veracidad de lo que afirmaba Gross y que, para ello, se exhumaran los cadáveres a fin de verificar su número y la causa de su muerte. Contra los preceptos de la religión judía y pese a la firme oposición de los descendientes de las víctimas, comenzaron a revolver los restos calcinados.

Desde el mundo entero llegaron más voces de protesta e indignación, y las presiones obligaron a suspender la pesquisa. Entonces las autoridades polacas decidieron, para aplacar los ánimos internos, cambiar la inscripción propuesta meses atrás y sustituirla por ésta: «En memoria de los judíos de Jedwabne y alrededores, hombres, mujeres, y niños, habitantes de esta tierra, asesinados y quemados vivos en este sitio el 10 de julio de 1941. Que sea una advertencia para que las futuras generaciones no permitan que el pecado del odio engendrado por el nazismo alemán vuelva a poner a los residentes de esta tierra unos contra otros».

Este nuevo texto, al no mencionar el antisemitismo ni a los vecinos asesinos, admitía una lectura histórica muy diferente: contra los judíos -«comunistas”-, acusados de haber cometido crímenes contra los polacos durante la ocupación soviética. Y devolvía a los nazis la culpa original de la masacre. Era inaceptable hasta para los más tibios. Entonces, las autoridades polacas decidieron borrar el problema y dejar como inscripción sólo estas palabras: «Aquí fueron quemados vivos los mil seiscientos judíos de Jedwabne».

Muchos descendientes decidieron no ir. Otros decidimos, en vez de realizar un acto de omisión, ir para intentar cambiar in situ el sentido del acto.

Seríamos unos treinta, los familiares directos que nos encontramos en el vestíbulo de un hotel oficial en Varsovia, el que el gobierno polaco había reservado para nuestra estadía durante dos noches y dos días. De Argentina, yo era la única presente. La prima hermana de mi madre, su hija y sus nietos viajaron desde México. El resto vivían o en Israel o en Estados Unidos. Fuimos invitados especiales del gobierno polaco para asistir al acto oficial del 10 de julio en el que el orador principal fue Aleksander Kwaśniewski, nada menos que el presidente de Polonia. Frente al cuadrado de pasto donde sesenta años atrás hubo un granero en llamas con cientos de judíos vivos encerrados adentro, dijo: «Estamos pagando tributo a las víctimas y estamos diciendo Nunca más. Frente al juicio de nuestra conciencia estamos hoy aquí, de cara a los familiares de las víctimas». Pero nuestras caras eran mudas: a nosotros no se nos permitió hablar en el acto oficial. Ya lo sabíamos. Por eso habíamos organizado una conferencia de prensa en Varsovia donde hacer oír nuestras voces.

Este fue el texto que leí:

«Mi madre nació allí, en esa casa amarilla, enfrente de esta plaza. Es hija de Chaim Simcha Fryd y Rachla Grandowski, que también nacieron en Jedwabne, y aquí tuvieron ocho hijos. Excepto mi madre y su hermana menor, todos han muerto -por fortuna lejos de esta tierra (a la cual ninguno ha vuelto en más de sesenta años). Los dos mayores cruzaron la frontera polaca en 1932 como desertores. Desde la Argentina, en 1936, conminaron a mis abuelos a que dejaran Jedwabne y sus pogroms cada vez más feroces, para unirse a ellos en América, lejos de la avanzada antisemita europea y de la guerra que se veía venir; y el 10 de octubre se embarcaron rumbo a Buenos Aires. Otra rama de la familia huyó a México. Otros se quedaron en Jedwabne. Aquí estaban mi tía abuela y sus tres hijos cuando sucedieron los acontecimientos de 1941 que se rememoran en este acto -y aquí quedaron sus cuerpos entre los cientos de esa pira popular que fue el establo de Jedwabne.

Treinta y cinco años más tarde, el país que fue el refugio de la familia de mi madre y de tantos otros polacos que huían de los campos de exterminio se convirtió para mí y para muchos de los hijos de esos judíos y para muchos otros hijos en un país de perseguidos y torturados por razones políticas, que fueron ‘desaparecidos‘ en nuevos campos de concentración.

Pasados los hechos, en uno y otro país, se habla de Perdón y Reconciliación. Instituciones políticas y religiosas insisten en esta necesidad. Pero ¿quién pide perdón? ¿quién lo acepta? El llamado no se dirige a los que podrían perdonar -los sobrevivientes o familiares.

No nos necesitan para la ceremonia de público arrepentimiento. Y sin embargo, este acto de mea culpa en Jedwabne nos concierne: no para aceptar ni rechazar estas disculpas, sino para decirles que no se metan con las víctimas -nuestros muertos- sino con los victimarios -vuestros propios padres. A eso he venido, a confirmar esta ausencia de parte, a invitarlos a guardar para vosotros mismos vuestra contrición y vuestra vergüenza.

Les acerco entonces una oración, un verbo no institucional, palabras para ser dichas en primera persona. Su modelo es bíblico y sigue la esencia de la tradición judía: no la memoria sino el mandato de narrar la historia de una generación a otra. Así dice el quinto libro de la Torah:

Y serán las palabras estas que yo te encomiendo hoy, sobre tu corazón.
Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas al estar en tu casa,
y al andar en el camino, y al acostarte, y al levantarte.
Y las atarás por señal sobre tu mano
y serán por tefilim entre tus ojos,
y las escribirás sobre los umbrales de tu casa, y en las puertas.
Deuteronomio 6:6/9

Con el pulso de estas palabras Primo Levi escribió el prólogo a su testimonio de Auschwitz:

Los que vívís seguros
en vuestras casas caldeadas
los que encontráis, al volver por la tarde,
la comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
quien trabaja en el fango
quien no conoce la paz
quien lucha por la mitad de un panecillo
quien muere por un sí o por un no.
Considerad si es una mujer
quien no tiene cabellos ni nombre
ni fuerzas para recordarlo
vacía la mirada y frío el regazo
como una rana invernal.
Pensad que esto ha sucedido:
os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
al estar en casa, al ir por la calle,
al acostaros, al levantaros;
repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro.
Primo Levi, Si esto es un hombre

Las víctimas ya hablaron – desde sus cenizas, sus cabellos, sus zapatos. Los testimonios son muchos, continúan, las evidencias nunca alcanzan. Ahora les toca hablar a los victimarios, en su nombre. Y yo les propongo estas palabras:

Y lo contaré a la mañana y a la noche,
cómo mi padre persiguió al judío que cruzó delante de nuestra casa
en verano del 41
y lo apedreó primero frente a mi pequeña hermana y a mí,
cómo lo vimos caer.
Y lo pateó para que riéramos
y semimuerto lo arrastró al establo central
donde les prendimos fuego por nuestra propia voluntad.
Y lo contaré a mis hijos y a los hijos de mis hijos,
para que sepan que ese hombre es uno de los nuestros,
y crió a sus hijos y acaricia a sus nietos y se conmueve.
Y lo repetiré cada noche, junto a mi mujer, cuando el mundo se acalla
y no tenga fuerzas para no olvidar.
Los que nacimos tarde para participar
somos hijos de esos hombres comunes, cobardes asesinos.
De ellos hemos aprendido
la lengua que hablamos
y llevamos grabada en nuestro corazón
esa herencia.
Por eso les decimos a las generaciones venideras que así fueron las cosas:
En Jedwabne, el diez de julio, en 1941
fuimos polacos los protagonistas en el genocidio judío
cuando masacramos
a cientos
por nuestra propia voluntad
y con nuestras propias manos.
Nosotros, y no los nazis.

Este acto no repara ni el dolor ni la culpa. Una inscripción en un monumento recuerda el pasado expulsándolo del presente. Entonces, sólo cabe hacer lugar a ese pasado mostrando cómo forma parte de nuestro presente. Por ejemplo: reconstruír la sinagoga destruída. Que haya sinagoga en un pueblo donde no queda ni un judío. No un museo donde se registren víctimas, no un recordatorio antisemita, no otro anal para la historia, no un nuevo horror en la lista de las violaciones de los derechos humanos. Un templo vacío. El dios de los judíos no espera que entre nadie: los polacos son católicos y los de este pueblo han exterminado a los judíos que iban al templo.
Entonces, que en este pueblo que ha liquidado a sus vecinos se alce, como un espectro, la casa donde su dios – el dios de los judíos, El y no otro- sigue viviendo. Que los habitantes de Jedwabne se ocupen de ese falso shill (templo pequeño) como de un edificio público, que lo mantengan aseado y sin goteras, como si aún hubiera almas -Zidow, Juden- que fueran a buscar reposo en esos bancos y esas letras. Los muertos no siempre vuelven como espectros. Pero los dioses son más fuertes, y no sufren de lo mismo».

Continue reading
Ensayos

Antología ensayística publicada en Río de Janeiro.

 

Fornicar e matar e Outros Ensaios
Editorial Circuitos, Colección Nomadismos, Rio de Janeiro 2017.

LAURA KLEIN OU A PAIXÃO DO PENSAMENTO

Por Teresa Arijón

 

Reuni minhas armas
daí em diante enegrecidas
porque não estou grávida –recordei
para a eternidade.
Como havia pensado antes. Antes.
Assim e tudo tenho fome e sede.
Os víveres, de acordo com os velhos rudimentos,
sempre estão perto.
Vou por mais.

Laura Klein, La comedia de los panes

Uma madrugada fria em Buenos Aires, no bairro do Once –éramos as únicas paroquianas naquele bar minúsculo e extemporâneo com mesas de fórmica cinza – a inescrutável María Moreno, com um tom que oscilava entre o categórico e o confessional, disse sobre Laura Klein: “Ela é filósofa”.

A palavra filósofa ficou martelando na minha cabeça, porque naquele momento –princípio dos anos 1990, nossa segunda (ou terceira?) “década infame” do século XX – eu conhecia a Laura como poeta (já havia publicado A mano alzada, título muito significativo) e fundadora/integrante de algumas revistas-faróis dos anos 1980: Xul, Praxis, Alternativa feminista

Uma trajetória paralela ainda que não afim a minha, com meus poemas pizarnikeanos e meu rol de cofundadora da 18 whiskys. Mas se me faço presente agora (e de imediato me retiro) é porque me une a Laura o pertencimento a uma geração marcada – assinalada, sinalizada – pelo rastro e pelo sangue dos desaparecidos: as 30.000 vítimas do terrorismo de Estado na Argentina. Uma geração que “saiu para o mundo” imediatamente depois deles; de fronteiras confusas, algo descontínuas,  à que o silêncio que tentaram impor – que de fato impuseram à força ao conjunto da sociedade – não conseguiu calar. E porque creio que Laura Klein era naqueles anos, e continua sendo, uma das vozes mais sonoras, mais singulares, mais pensantes e mais aguerridas de nosso meio.

Corredora de grandes distâncias às vezes e, em outras, velocista capaz de alcançar Usain Bolt, Klein é das que se apresenta nas batalhas em todas as frentes. E quase sempre ganha.

Inevitável desgressão (ou conjunção) rastrear a essas damas que, com fúria e com delicadeza, foram tecendo o tecido forte e sutilíssimo das mulheres filósofas: uma categoría, um fulgor wittgensteiniano, uma autarquia que ainda briga por maior visibilidade e aponta seus raios e centelhas – seu conhecimento e sua práxis –contra o ainda sólido edifício do patriarcado, que por sorte começa a ruir.

Muitas delas, quase todas, ativistas voluntárias ou forçosamente desterradas da rachada torre de marfim. Será que nós, as mulheres, não podemos –agora, antes, ainda- deixar de ser ativistas? A logógrafa Aspásia de Mileto; Hipárquia de Maronea –que soube levar a vida de “filósofa vadia” e cuja morte foi homenageada com a Kynogamia; festa anual que celebra a incorporação da mulher à filosofia cínica -; Hipátia de Alexandria, a primeira astrônoma; Mary Wollstonecraft e Margaret Fuller; Flore Tristan, na mesma estatura de Charles Fourier com suas teorias; e mais recentemente Zambrano, Arendt, Kristeva, Langer, Beauvoir, Weil… As que poderiam se somar neste resplendor de pólvoras, aquelas que foram religiosamente vestidas de monjas e/ ou santificadas (Teresa de Ávila, Juana de Asbaje y Ramírez –para separá-las da humanidade comum destinando-as a um hipotético céu que “habilitava” o conhecimento –a capacidade de pensar –para aquelas que durante séculos não tivemos alma (tiveram que passar vários concílios do Vaticano para obtê-la) e ainda hoje somos empaladas, mutiladas, enterradas vivas e apedrejadas em alguns lugares do planeta, e em outros mais “ocidentalmente” civilizados, caladas e mortas de distintas, horrorosas, obliquamente consentidas maneiras. Mas esse é outro tema, ou o mesmo? 

Laura Klein é poeta. E seu olhar –quando digo “olhar” penso em John Berger e nas letras traçadas com urgência, como quem captura o voo de um colibri em repouso; ou melhor ainda: esse instante fugaz, excepcional, do colibri em repouso -, e seu olhar de poeta traz em seus ensaios rigorosíssimos, a partir do conceitual, um modo de discorrer que os torna mais próximos, mais perto do coração do fruto e do ouvido dos leitores.

No ano de 2012, Klein deu um seminário chamado O conhecimento como invenção. Cinco leituras de Édipo. Para sua apresentação em público, escreveu: “Édipo quer saber a verdade, mas não qualquer nem por amor à verdade. Para a confluência da investigação com o destino. Há algo que segue nos inquietando nesta história que navega, entre a inocência e a culpa, na cultura do Ocidente. (…) Toda leitura, forte ou fraca, é uma ´má leitura´, disse Harold Bloom; as fortes não pretendem ser genuínas, produzem outras interpretações. (Esses mal-entendidos são a matéria com as quais o animal humano inventa conhecimento. “

Como “má leitora” que se preze, Laura captura esse material maleável do mal-entendido e inventa conhecimento em seus ensaios plurais, pulsantes, pulsados. Escritos onde a linguagem também dança, como queria Nietzsche, e dança a “outra” língua –a alteridade ocupa um espaço de fundação na obra de Klein -; onde as Mães da Praça de Maio encarnam/ descarnam /desencarnam a paixão de Antígona no século XX; onde o aborto é abordado como “objeto de debate ético, não de política pública” e se convida a pensar que “uma decisão trágica não e uma escolha livre”. Valentes e certeiras, gozosamente felizes –ali onde a felicidade também é dor – tentativas de fuga das prisões binárias. 

Neste livro apresentamos apenas alguns ensaios, escolhidos pela própria poeta e filósofa, não na forma de um florilégio nem de um panóptico, mas sim de um panorama: essa paisagem que é ampla e contínua, e que é alcançada pela vista apenas como um instante, um presságio, uma intuição. 

Buenos Aires, março de 2017.


INDICE

I.

  • Dos ventres escravizados aos ventres alugados. A relação do capital/trabalho na prostituição e na barriga de aluguel.
  • A expulsão da morte. Paradoxos entre novas tecnologias reprodutivas e aborto. 
  • Antígonas do século XX? Mito e política nas Madres de Plaza de Mayo. 

II.

  • Não foi fácil escrever este livro.
  • Fornicar e matar — O problema do aborto. Prefácio.
  • Uma decisão trágica não é uma escolha livre
  • Dublê de corpo. A ambiguidade da gravidez.
  • Poderes e direitos.
  • Fora do campo de batalha. Entrevista por Flor Monfort.


III.

  • A Bíblia como espólio dos vencedores e outras estratégias de discriminação.
  • Jedwabne, a vergonha dos poloneses. Entrevista por Luis Bruchstein.
  • Perdoem a vocês mesmos. Jedwabne, Polonia, 10 de julho de 1941 — Uma intervenção poético-política.
  • Dançar a outra língua. Uma infância entre imigrantes.
Continue reading
Ensayos

Fornicar y matar – El problema del aborto

Escribió Sartre en el prólogo a Los condenados de la tierra: este libro es peligroso, no les habla a sus enemigos sino a sus compañeros. Fanon es peligroso: aumenta la distancia entre los condenados y sus opresores, quiebra ese diálogo siempre represivo. Muchos de los modos en que se presentan las defensas del aborto legal no son peligrosos: intentan convencer al enemigo, pillarlo en flagrante contradicción, demostrar su mala fe.

En 1994, en un programa televisivo, un grupo de profesionales discutía encarnizadamente acerca del aborto. Unos opinaban que es un crimen porque los no nacidos son tan humanos como los nacidos y con igual derecho a la vida, de modo que no habría diferencia entre abortar y asesinar. Otros replicaban que no es la biología lo que otorga valor a la vida humana, y que abortar no es equiparable a matar una persona. El debate era áspero pero con fundamentos; los invitados mostraron un gran caudal de conocimientos científicos, datos de investigaciones sociológicas e interpretaciones políticas y éticas.

En un segundo plano, apartadas del centro de la escena, unas cuantas mujeres callaban y escuchaban. Eran las que venían a atestiguar de sus abortos. Ellas habían sido invitadas también para hablar, pero no para decir lo que pensaban sino para testimoniar lo que habían hecho. Subido ya el tono de la controversia, la animadora del programa se dirigió a estas mujeres y les preguntó qué opinaban acerca de lo que se estaba discutiendo. Una de ellas respondió, mientras las demás asentían: “No entiendo de qué están hablando”.

No entiendo de qué están hablando: la frase refleja perplejidad más que incomprensión. Estas mujeres se negaban a reducir su experiencia a los términos con que los expertos pretendían explicarla. Para ellas, el conflicto no era definir al ser humano sino decidir si tendrían o no un hijo. Cada una, en distintas circunstancias, había tenido relaciones sexuales con un hombre, se había quedado embarazada y había decidido abortar. Los intereses políticos o las definiciones de la ciencia en ese momento quedan eclipsados. Es que la experiencia de abortar está tan lejos del debate de ideas, que las mujeres que
abortan no se reconocen en los términos de esa controversia donde unos las amonestan por criminales y otros las perdonan por ignorantes. De modo que, aquellas que podrían, con la razón que asiste a la experiencia, llamarse “expertas” no son consideradas como tales por nadie, ni siquiera por ellas mismas.

(…)

Abortar es una experiencia compleja que hay que pensar cada vez y su sentido es ambivalente incluso para quien lo decidió. La pregunta por el sí o el no al aborto no invita a la reflexión. Cualquier respuesta deja fuera la experiencia, definida por el conflicto entre no querer abortar y no querer tener un hijo. Sobre esta problemática hoy cada uno se forma una posición personal y todos nos sentimos —y estamos— autorizados a opinar.

Saber de nadie, materia para todos, en el cruce de las verdades de la moral, la ciencia, el derecho y la filosofía, abortar nos habla de sexo, de vida y de muerte. Legal o clandestino, el aborto significa decidir sobre una vida posible, no darla a luz. Es en ese sentido que todos somos sobrevivientes del aborto.

Prefacio completo: click acá.

El libro Fornicar y Matar fue reeditado, bajo el título: Entre el crimen y el derecho,
por las editoriales Booket (2013 y 2018, Buenos Aires) y Ediciones Plural (2013, Bolivia). Y fue presentado en La Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, en abril 2013. Oradores: Ingrid Beck (04:42) / Darío Sztajnszrajber (13:43) / Cecilia Merchán (27:47) / Carlos Bigalli (49:22)/ Laura Klein (56:10).

 

 



ALGUNAS NOTAS SOBRE ESTE LIBRO

Pensamiento radical – por María Moreno –

Es mi Biblia sobre el aborto – por Darío Sztajnzrajber

 

Llueven sapos – por Huili Raffo –

Un libro perturbador – por Angélica Gorodischer

Fornicar y matar, una experiencia de lectura – por Dahiana Belfiore

Tendría que venir con medicación – por Ingrid Beck

Un asunto embarazoso – por Marta Dillon

 

ALGUNAS ENTREVISTAS

El aborto entre el derecho y la política / Radio FM La Tribu 

Laura Klein: «El aborto estuvo siempre prohibido por la condena sexual a la mujer» / Página 12 –

Aborto: la radicalidad de la experiencia / Revista Nueva Sociedad –

Laura Klein: «El debate sobre el aborto está muy lejos de la experiencia de la mujer que aborta» / La Vanguardia Digital –

«El aborto estuvo siempre prohibido por la condena sexual a la mujer» / Página 12 –

El cuerpo no cabe en el derecho / Revista Ñ –

Fuera del campo de batalla / Las 12 –

Fornicar y matar / MDZ Online –

De la moral sexual a la bioética / La Capital –

Lo negado / Revista Plan V –

Otro lugar para pensar el aborto / Página 12 –

Crimen o derecho, una charla sobre aborto / UNL –

Aborto / NOS Digital (audio) –

Entre el crimen y el derecho / La mar en coche (audio) –

«Incluso si el aborto es legal…» / Diario UNO, Santa Fe –

 


Continue reading