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Más acá del bien y del mal. Por un feminismo imposible

Más acá del bien y del mal. Por un feminismo imposible

Buenos Aires, Red Editorial, 2019.


 

Las herramientas del amo nunca
desmontarán la casa del amo.
Audre Lorde

Un sobreviviente sirve para otra guerra;
una víctima no sirve para nada.
Anónimo


El comienzo fue un vendaval. Por motivos que tengo menos claros de lo que creía, me acerqué al feminismo. Fue a comienzos de los 80. Desalentada por la manera de vivir y juzgar la vida entre los militantes de las organizaciones de izquierda que resistían a la dictadura militar, junto a Horacio Tarcus comenzamos a explorar otras experiencias. Descubrimos en la militancia francesa nacida en Mayo del 68 y en la izquierda catalana de la revista El Viejo Topo todo un mundo de diálogos entre marxismo crítico y feminismo. Creímos que otra izquierda era posible y nos sumergimos en ese universo de lecturas. Puedo reconocer disposiciones más personales, experiencias adolescentes que me empujaron a la vida a través de la muerte, o tal vez que mi madre quiso que no fuera como ella. Decidí acercarme al feminismo y entré al primer grupo que conocí. Alternativa Feminista era un grupo relativamente nuevo, que por lo que pude entender en ese momento provenía de otro cuyas serias diferencias políticas llevaron a que se dividiera. Eran los últimos meses de 1984 y propuse editar una revista para el inminente 8 de marzo. Desde hacía años participaba en la ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo y al entrar en contacto con el feminismo, estas mujeres, que eran la vanguardia de la lucha contra el terrorismo de estado, se convirtieron de algún modo para mí en un interrogante. Pensé entonces escribir un artículo sobre ellas. Algunas en el grupo intentaron disuadirme: las Madres son “piolas” políticamente pero, desde el punto de vista feminista, son “reaccionarias” ya que defienden la maternidad y el rol de madres, decían. 

Yo no estaba interesada en atacar ni defender ni a las Madres ni al feminismo ni a la maternidad, y principalmente porque las Madres me resultaban un acontecimiento —extraordinario en principio para ellas mismas— busqué el poco material que había disponible. En esos días en que estaba al acecho, un editorial del diario La Nación me iluminó. El escriba decía: “las Madres de Plaza de Mayo ejercen un terrorismo sentimental”. De repente, vi. Vi cómo en esa frase se encarnaba la consigna feminista “lo personal es político”, aunque fuera con una valoración negativa. No se trataba de elegir entre esto y aquello: por primera vez sentí que estaba pensando. A pesar del título que le puse —“Las Madres de Plaza de Mayo o cómo quitarle la careta a la hipocresía burguesa”— que hoy miro con benevolencia y hasta simpatía, fue el primer artículo feminista sobre las Madres que salió en el país, y no solo aquí. Hoy veo que si el título hablaba de hipocresía, el texto contaba una paradoja: sin ser las Madres de Plaza de Mayo feministas, en la práctica ponían en acción un poder femenino de transformación de la política. 

 

No sé si es preciso aclarar que las Madres, un puñado de mujeres, se enfrentaron a la dictadura militar sin lo que entonces se llamaba formación política. Los militantes de izquierda decían que ellas “tuvieron bolas”, les resultaba incompatible que pudieran enfrentar a los milicos de turno sin ese atributo. El poder de otro poder les resultaba no sólo inconcebible, sino una ofensa a su virilidad. Era tan radical la experiencia de las Madres, tan paradójica, tan disruptiva respecto de las prácticas políticas tradicionales, que ni la militancia de izquierda ni la feminista alcanzaban a incorporarla. Era ineludible a la vez que indigerible. 

Prefacio completo de Más acá del bien y del mal: publicado por Revista Anfibia (click acá)

Libro disponible en la tienda de Red Editorial: click acá.


 

Algunas notas y entrevistas alrededor del libro:

El aborto entre el derecho y la política
Entrevista en el programa Después de la deriva, Radio FM La Tribu, Buenos Aires.

Laura Klein: los desafíos de los feminismos hoy

Canal Abierto.

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Laura Klein en Diputados
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Exposición de Laura Klein en Diputados

Transcripción del discurso de Laura Klein en Diputados de Argentina, en mayo de 2018, durante el debate sobre aborto legal:

Yo aborté y no puedo sostener que al abortar fui una mujer libre.

Una mujer que aborta está entre la espada y la pared: ni quiere tener un hijo, ni quiere abortar. Le está vedado batirse en retirada. Quisiera no haberse embarazado, quisiera perderlo espontáneamente. Como en muchas otras situaciones de la vida decide hacer algo que no quiere.

¿Cuántas de las mujeres aquí presentes se vieron en el trance de decidir si abortar o no? ¿Cuántos de los varones aquí presentes acompañaron a una mujer a abortar o la empujaron a hacerlo, o le pidieron que no lo hiciera? Lo hicimos todos fuera de la ley ¿Tenemos que ir presas?

Todos sentimos que aborto no es homicidio. Todos podemos conseguir el teléfono de un abortero, pero ¿quién podría conseguir el de un asesino que mata por encargo?

Los invito a que entre un grupo de amigos hagan esta pregunta: ¿Conocen a alguna persona que haya matado a alguien? Más tarde, en otro contexto, hagan esta otra pregunta a la misma gente: ¿Conocen a alguien que haya abortado? Verán que todos conocen, aunque sea por referencia, a una mujer que abortó. Pero muy pocos o probablemente nadie conozca a un asesino.

Aborto y homicidio tampoco son lo mismo para nuestros códigos. El Código Penal establece penas de uno a cuatro años para el aborto y de 8 a 25 para el homicidio. Resulta asombroso que quienes luchan contra la legalización del aborto basado en la idea de que aborto es homicidio no dirijan todo su esfuerzo a cambiar el Código Penal.

Ningún Código Penal equipara aborto con homicidio, porque ningún Código Civil equipara a la persona por nacer con la persona nacida. Si bien el artículo 19 dice que la existencia de la persona comienza con la concepción, inmediatamente después el artículo 21 establece que si el concebido no nace con vida, se considera que la persona nunca existió.

Pero quienes luchan contra la legalización del aborto basándose en que la persona tiene plenos derechos desde el momento de la concepción, no dicen palabra sobre esta situación. ¿Por qué no exigen una reforma al Código Penal para incluir al aborto dentro de la carátula de homicidio? ¿Por qué ponen la energía en condenar a las mujeres en vez de exigir una severa reforma del Código Civil?

Parece mentira que el debate acerca de cuándo comienza la vida humana transcurra sin que se ponga en evidencia la distancia entre los argumentos presentados y la letra de nuestras leyes.

Lo que se va a dirimir aquí no es cómo se define ni cuándo comienza la vida humana, sino si una mujer embarazada puede decidir o no tener un hijo sin que esto la convierta en una criminal.

Para demostrar que el aborto sea legal o ilegal se nos hace creer que primero hay que demostrar si abortar es o no es un homicidio, que a su vez depende de la pregunta de si el embrión es o no una persona. Pregunta que se reduce a cuándo comienza la persona y esto va a depender del signo distintivo que se elija para definirla. Se le pide a la ciencia que dictamine. Pero con el mismo rigor científico se puede demostrar que un embrión es una persona -basta con recurrir al ADN-, como que no lo es -basta decir con que tiene que ver con que se pueda vivir fuera del útero-.

Entonces, si todas las posturas son igualmente demostrables, ninguna demuestra nada. Si fuera sólo por el descarte de un embrión, el descarte de un embrión por probeta debería ser considerado un aborto. No es ni un aborto ni ningún tipo de delito. ¿Por qué? Porque recién es considerado persona por nacer cuando se implanta en el útero. Parece que lo que nos hace humanos no es nuestra carga genética, sino nacer de un cuerpo de mujer, ser, haber sido su cuerpo. Esto es lo que se llama embarazo. Antes de ser individuos, somos hijos.

No hay aborto sin embarazo pero, aunque suene increíble, en el debate del aborto, de embarazo casi no se habla. Se habla del conflicto entre dos individuos, una mujer y un embrión que tienen intereses enfrentados y contradictorios entre sí. Pero la mujer embarazada no es equivalente a una mujer más un óvulo fecundado. No es una suma ni un compuesto divisible.

Como si fuese generoso, como si fuese justo, escuchamos hablar de dos vidas. Sin embargo, no somos individuos sueltos que cayeron en el cuerpo de una mujer para pasar 9 meses. El vientre no es un lugar, el embrión no es un inquilino que vive en el cuerpo de una mujer, ni tampoco es una parte de su cuerpo, como un riñón o una muela.

El embarazo es una experiencia intransferible que por ahora sólo tenemos las mujeres. Y como sólo las mujeres tenemos la capacidad, el don o la condena de dar la vida, somos sólo las mujeres las que tenemos la capacidad de no darla y eso es precisamente lo que significa abortar: privar de nacer. Aunque esté prohibido.

Por eso, aunque no hubiera ninguna mujer que muera por aborto clandestino el aborto tiene que ser legalizado.

El conflicto que aquí se trata no es entre los derechos de dos individuos, sino si una mujer puede decidir abortar sin que esto la condene a la clandestinidad con sus secuelas y la convierta en una paria del sistema de salud. Y es sobre esto que diputados y senadores van a decidir. Esto es lo único sobre lo que tienen potestad, lo que van a decidir no es si las mujeres van a abortar o no: no depende de ustedes. Ni si son homicidas al hacerlo: para eso está el Código Penal, ni cuándo comienza la vida humana con derechos ni cuando se define ni si el embrión es o no es una persona: para eso está el Código Civil. Ni si es justo o injusto que solo las mujeres nos quedemos embarazadas: ahí habrá que recurrir a Dios o a la naturaleza.

Lo único sobre lo que pueden y van a decidir es si una mujer embarazada que no fue violada y cuya salud no está en peligro, puede decidir abortar sin que esto la convierta en una criminal. Y al tomar esta decisión van a estar solos. Solos como una mujer que decide abortar.

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